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04 Jul 2023

Hugo Blanco y la reforma agraria

Hugo Blanco ha muerto, y expira con él una época, una parte de la historia del Perú y, en cierto modo, una estirpe generacional. Contemplado desde el presente, Blanco nos resulta extraño. La sociedad actual, bullente de emprendedurismo, no se reconoce en él. Pertenece Blanco a un tipo social que podemos denominar como el “hombre utópico”, un individuo que rechaza a la sociedad que lo circunscribe y emprende un largo camino para transformarla. Su estatus histórico consiste en que, en esa trayectoria vital, converge con otros individuos movilizados con el mismo propósito.

Como muchos jóvenes cusqueños del siglo XX, Blanco, después de terminar la secundaria en el Colegio Nacional de Ciencias, se trasladó a la Argentina para estudiar agronomía. Era un joven con ideas apristas, pero en la Universidad Nacional de La Plata se involucró con las organizaciones trotskistas y conoció a Nahuel Moreno, un influyente filósofo e ideólogo argentino. Animado por este, volvió al Perú para integrarse al grupo trotskista peruano. En Lima, participó de la protesta universitaria contra la visita del vicepresidente estadounidense Richard Nixon a San Marcos, el 8 de mayo de 1958.

Días después, cuando se produjo la represión gubernamental contra los dirigentes de la protesta, Blanco buscó refugio en el Cusco. Un hecho azaroso marcó un giro en su vida: como consecuencia de su participación en una manifestación de la Federación de Trabajadores del Cusco, fue arrestado y conducido por varios días a la cárcel de Almudena. Conoció allí a Andrés González y otros dirigentes campesinos de La Convención, apresados por organizar sindicatos para defenderse de los juicios de desalojo que llevaban a cabo los hacendados. Conoció también a los campesinos que habían ultimado a Alberto Duque, propietario de la hacienda San Pedro.

En estos hechos percibió Blanco un movimiento campesino en auge y la potencialidad revolucionaria de las luchas por la tierra. Después de su liberación, se dirigió a Chaupimayo para integrarse al movimiento campesino en La Convención. Fue un gran organizador de sindicatos y huelgas campesinas. El impulso organizativo que le dio Blanco a los sindicatos y a la Federación Provincial de Campesinos de La Convención y Lares se tradujo en una suerte de poder social que fue asumiendo el control y la regulación de la sociedad regional. Considerando esta situación fue que impulsó en 1961 una reforma agraria decretada por los sindicatos de La Convención.

Fue una medida audaz y de enormes consecuencias para la región y el país. Disciplinadamente, los campesinos ocupaban las haciendas, leían al hacendado el decreto de reforma agraria, tomaban el control de las tierras y las repartían entre los campesinos arrendatarios. Por algún tiempo, el orden social en la región lo establecieron los sindicatos. Además de la redistribución de la tierra, los sindicatos construyeron escuelas, postas médicas, caminos y tomaron medidas para la seguridad de la región. La imagen que trasmitieron los diarios y los testimonios de los hacendados fue de una sociedad regional gobernada por los sindicatos campesinos. El interés en los sucesos hizo que Blanco adquiriera una dimensión nacional.

Pero el proyecto de Blanco trascendía la toma de tierras. Esperaba una represión gubernamental contra el movimiento campesino para recuperar las tierras y devolverlas a los hacendados. Con el fin de contrarrestar esta represión impulsó la organización de milicias campesinas. En su lectura, los campesinos estaban dispuestos a defender la tierra, y el consecuente enfrentamiento con el Gobierno daría lugar a un foco insurgente y revolucionario. Diversos esfuerzos realizó Blanco para convocar a las organizaciones políticas y conectar el movimiento campesino de La Convención con las luchas urbanas y rurales del resto de regiones del país. El movimiento de La Convención no podía sobrevivir en el aislamiento.

No obstante, la represión gubernamental no ocurrió. Por el contrario, el gobierno militar de Ricardo Pérez Godoy decretó en 1962 una reforma agraria circunscrita a La Convención y Lares, y legalizó así la acción de los sindicatos campesinos. Un pequeño ejército de funcionarios gubernamentales llegó a La Convención para tomar el control de la reforma agraria e implementar obras de infraestructura y de servicios básicos. La junta militar de Pérez Godoy y Nicolás Lindley entendió que el proceso de cambios era inevitable, y correspondía que el Estado las condujera para evitar un desenlace revolucionario. Adicionalmente, la policía de investigaciones llevó a cabo un tenaz operativo que acabó con la captura de Blanco y de sus seguidores más cercanos. La Convención no iba a convertirse en un foco revolucionario.

El proceso judicial contra Blanco convocó la solidaridad internacional. Académicos como Jean-Paul Sartre y Simone de Beauvoir firmaron solicitudes para que no se le aplicara la pena capital. En el Cusco las multitudes llenaban la Plaza Mayor. El proceso judicial fue llevado a Tacna para evitar las manifestaciones de apoyo. Durante el juicio Blanco expuso las atrocidades y los abusos de los hacendados. En cierto sentido, también se enjuició la situación del campesinado y los atropellos a los que estaban sometidos (por lo menos para algunos sectores de la opinión pública). La sociedad peruana se vio enfrentada a su propia realidad. La popularidad internacional de Blanco proviene de este largo proceso judicial.

Aunque fue sentenciado a 25 años de cárcel en 1966, el campesinado convenciano había conquistado la tierra. Al decretar la reforma agraria para La Convención, el Gobierno admitía la justeza de su lucha. Después de varios años de confinamiento, Blanco fue amnistiado por Juan Velasco Alvarado, cuyo gobierno implementaba el proceso de reformas que puso fin a la sociedad oligárquica. Meses después, en septiembre de 1971, como consecuencia de su oposición al régimen, fue deportado del país.

Blanco retornó al Perú bajo el gobierno de Francisco Morales-Bermúdez, en el marco de una amnistía a los deportados políticos. En las elecciones a la Asamblea Constituyente de 1978, obtuvo la tercera votación más alta, después de Víctor Raúl Haya de la Torre y de Luis Bedoya Reyes. Fue una elección inusual porque Blanco fue exiliado en medio de la campaña electoral. En 1980, postuló sin éxito a la presidencia, aunque fue electo diputado por Lima. En 1990, obtuvo una senaduría por Izquierda Unida, funciones que fueron interrumpidas por el autogolpe de Alberto Fujimori. Se autoexilió en México.

Blanco ha sido muy autocrítico de su fase como parlamentario y candidato presidencial. Abandonó para siempre la escena parlamentaria para reencontrarse con los movimientos sociales del Perú, de América Latina y del mundo. En Chiapas, México, recibió el impacto del movimiento zapatista y del discurso indígena sobre la tierra y la ecología. El zapatismo trastocó su concepción política. Sin abjurar del marxismo, su discurso adquirió un lenguaje ecologista y de reivindicación de los derechos de los pueblos indígenas. Caminó por el mundo como emblema de las luchas por la tierra-Pachamama (retratado recientemente en el documental “Hugo Blanco, Río Profundo”, de Malena Martínez), como una efigie cultural del hombre utópico, de una generación cuya voluntad de lucha se mantuvo hasta el momento de acudir a su encuentro con la Madre Tierra.

Cortesía de Kalle Güettler

04 Jul 2023

Historiador
rrojas@iep.org.pe
Candidato a Doctor por el Colegio de México. Licenciado en Historia por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (UNMSM). Maestría en Historia y Diploma en Planificación y Gestión del Desarrollo Local en la UNMSM. Estudios de Literatura en la UNMSM. Algunas de sus publicaciones son  Tiempos de carnaval. El [...]