La enseñanza de la historia en conflicto

La enseñanza de la historia en conflicto[1]

 

Desde hace ya varios años, como en un constante y tedioso círculo, son recurrentes las voces que claman por el cambio del curso de historia en las escuelas. Pero no nos confundamos: estas no buscan unir esfuerzos para sacar al curso de su letargo y discutir cómo logramos que la enseñanza de la historia en la escuela cumpla con el objetivo de formar ciudadanos. No, no hay un interés educativo de por medio; se trata más bien de uno particular: adecuar la historia a intereses propios utilizando el tema del conflicto armado interno como bandera.

Primero fueron tras los textos escolares. Hace más de una década que se repite que los libros de texto no abordan el periodo de violencia política. Basta con revisarlos para saber que eso no es verdad: desde hace varias gestiones, el Estado se ha preocupado por que el tema esté presente en los libros que se utilizan en las aulas, y así lo han puesto en evidencia las distintas mesas de trabajo, comisiones y talleres de revisores creados para comprobarlo. Y es que hoy en día, a pesar de la gran polarización de nuestro país, si hay algo en lo que todos estamos de acuerdo es en el rechazo al terrorismo y en la importancia de que se estudie este periodo en la escuela.

Otros detractores exigen cambios en el tratamiento del tema. La propuesta pedagógica del Estado concibe el aprendizaje de la historia como el desarrollo de una serie de capacidades que van más allá de memorizar y de reproducir hechos acabados sobre el pasado. Esto que estoy diciendo tan brevemente es el mayor cambio que ha tenido el área probablemente desde su creación y supone un gran desafío: cómo representamos el pasado histórico sobre la base de conocimientos acerca de dicho pasado, pero también cómo lo hacemos a partir de la adquisición de competencias cognitivas específicas de la historia como disciplina. En pocas palabras, cómo desarrollamos conciencia histórica[2] en nuestros estudiantes, un proceso que no es intuitivo, sino que es instruccional y se da gradualmente.

En vez de poner constantes trabas para que los procesos de enseñanza y aprendizaje sobre el periodo de violencia interna se desarrollen, deberíamos apostar por una discusión saludable sobre el trabajo crítico con fuentes, la perspectiva de distintos actores, las múltiples causas y consecuencias de la violencia, los cambios y continuidades del proceso histórico, su relevancia histórica y las dimensiones éticas del conflicto, entre otros aspectos. Pero, nuevamente, no es esto lo que importa a quienes quieren regresar a una escuela que adoctrine, pues buscan que se presente una versión acabada, sin cuestionamientos ni espacio para la reflexión y el juicio crítico.

Hace unos días, el Congreso de la República aprobó la ley n.º 31745, que busca “la introducción de contenidos curriculares de estudio sobre educación cívica e historia de la subversión y el terrorismo en el Perú en las instituciones educativas del país”. Ante la evidencia de que los contenidos sobre el conflicto armado ya están presentes en los textos y el currículo, se pregunta en los medios por qué entonces los estudiantes no saben nada sobre el tema. Lo cierto es que la precariedad de los aprendizajes históricos en la escuela se extiende más allá del tema del conflicto armado interno. Pero no alarma que los estudiantes perciban que el curso debe ser memorizado y no comprendido, que brinden explicaciones personalistas, que confundan los tiempos históricos, que no les encuentren relación con el presente y que no lo consideren importante para sus vidas. Tampoco se cuestiona que, específicamente para el tiempo del conflicto, su tratamiento pueda ser doloroso, o que los docentes teman represalias y estigmatizaciones.

El curso de historia es difícil de enseñar. Hoy en día, además, es más difícil que antes, cuando el aprendizaje era más pasivo, y se centraba en la repetición memorística de hechos, fechas y personajes. Hoy, enseñar para desarrollar competencias cognitivas específicas que implican comprender cómo se construye el conocimiento histórico es, definitivamente, un proceso más complejo.

Lamentablemente, estas dificultades no están en discusión. No interesan los problemas que devienen de la naturaleza de la historia como ciencia o de las dificultades de los docentes para trabajar el curso. Este está en la mira no de quienes tienen un genuino interés por mejorar el aprendizaje y la enseñanza, sino de aquellos que buscan intervenir para moldear la historia en función de sus fines y desprecian que nuestros estudiantes piensen críticamente. Nada más ajeno a la formación de ciudadanos.

 


[1] Una versión más larga de este texto fue presentada en el VIII Seminario de Investigación Educativa Peruana, 2023. Agradezco a mis colegas y al público asistente por la discusión.

[2] Existe una amplia discusión sobre la denominación de conciencia histórica o pensamiento histórico en las escuelas anglosajona y alemana. Sin embargo, hay consenso al determinar que involucran el trabajo con fuentes, la explicación multicausal, la empatía histórica y el tiempo histórico.