Gobernar Lima mirando a Palacio

En su último evento como alcalde de Lima, Rafael López Aliaga presentó su renuncia y anunció que postularía a la Presidencia de la República en 2026 afirmando ante la prensa: “No me corro”.[1] Esta escena, más que interpretarse como un cierre de gestión, se evidencia como el inicio de su campaña presidencial. Su renuncia presentada el último día del plazo electoral nos lleva a pensar en un problema estructural de la política limeña: el uso recurrente de la alcaldía como plataforma de ascenso nacional antes que como espacio de representación política local.
Desde el inicio de su mandato, el exburgomaestre usó su cargo como vitrina más que como un espacio de representación o servicio público. Según Ojo Público, López Aliaga habría viajado al menos 13 veces fuera de Lima por motivos proselitistas en 2024. De acuerdo a este informe, el entonces alcalde participó en mítines partidarios mientras seguía ejerciendo funciones. De esta manera, la principal autoridad de la ciudad habría pasado el 59% de sus viajes oficiales participando en actividades políticas y de propaganda.[2] De hecho, usó hasta su último evento como alcalde para promocionar su campaña presidencial, lo que llevó a que incluso el Jurado Electoral Especial de Lima Centro I se pronunciara concluyendo que había vulnerado el principio de neutralidad al emplear recursos municipales y símbolos de su partido político, Renovación Popular, en eventos públicos.[3] En resumen, a pesar de que lo negó cuando postuló a esta posición, la alcaldía limeña fue básicamente una extensión de su precampaña presidencial.
Estos hechos son síntomas de algo que junto a Paolo Sosa Villagarcia denominamos como una “bisagra rota” en la representación política capitalina. En nuestro análisis de Lima Metropolitana, publicado en el libro El laberinto político peruano, argumentamos que la capital peruana concentra poder, recursos y visibilidad nacional para los políticos afincados en la capital, pero ha perdido la capacidad de traducir esa centralidad en una representación efectiva y sustantiva para sus vecinos. La ciudad que antes aprovechaba su papel como una bisagra de mediación entre el resto del país y el Estado central para apalancar sus demandas y ponerlas en el centro del debate “nacional” se ha convertido en un territorio instrumentalizado por liderazgos con proyección nacional pero que no tienen ningún interés en vincularse con los problemas de sus vecinos. En lugar de articular intereses urbanos, la alcaldía se usa como trampolín político. El resultado de esto es una ciudad hipercentralizada pero sin un proyecto propio.
Esta mirada nos ayuda a entender la renuncia de López Aliaga no como un hecho aislado, sino como la confirmación de un patrón. En Lima, las autoridades locales no se piensan como gestores urbanos, sino como figuras presidenciables. Vemos entonces una nacionalización del poder local que más que “descentralizar” la representación termina reforzando la desinstitucionalización de la representación local y priva a los limeños de una política pensada para la ciudad y autoridades que realmente representen sus intereses. Asimismo, la multiplicidad de actores sin coordinación ha erosionado la posibilidad de construir una agenda metropolitana coherente. Lima, pese a ser un espacio político significativo, carece de un gobierno urbano con vocación de sostenibilidad, y esto es algo que resienten sus habitantes.
Entonces, la gestión de López Aliaga ha terminado por ilustrar muy bien este fenómeno. Muchas de las propuestas hechas por el exalcalde en su plan de gobierno municipal no se cumplieron, incluyendo su promesa de no renunciar para ser candidato presidencial. Dentro de ellas se encuentran: el tranvía de la avenida Universitaria, el teleférico Independencia-San Juan de Lurigancho y la ampliación de flota del Metropolitano.[4] Muchos de estos proyectos dependían de entidades nacionales, lo que nos muestra un desconocimiento de las competencias municipales o que no se hizo lo suficiente (o lo más eficiente) para aprovechar el sitial privilegiado de la comuna limeña y avanzar con estas políticas con apoyo del Gobierno central. Esto se suma a decisiones poco transparentes, como el sonado caso del tren Lima-Chosica, para el que se presentó una supuesta “donación” de trenes que terminó siendo, en realidad, una compra de material defectuoso valorizada en 22 millones de dólares. Ante esta situación, el Ministerio de Transportes y Comunicaciones (MTC) remitió el caso a la Fiscalía, la Contraloría y el Congreso para que determinaran las responsabilidades correspondientes.
Por ello, no es sorprendente que las preocupaciones principales de los limeños como la inseguridad ciudadana, la calidad del transporte público y la gestión territorial[5] sean sistemáticamente relegadas frente a planes electorales personalistas de corto plazo, orientados a sacar ventaja de los puestos de representación para lograr una proyección nacional. La bisagra que le daba ese sitial privilegiado a Lima se rompió, y no necesariamente para dar paso a un modelo más descentralizado. La bisagra rota no funciona entonces como una metáfora, sino como una descripción recurrente de cómo el poder limeño se desconecta de sus bases afectando el funcionamiento del sistema de representación en su conjunto y, muy probablemente, inclinando la cancha electoral de forma irregular en favor de las autoridades limeñas. La ciudadanía vota pensando en sus necesidades locales, las autoridades actúan con una lógica de campaña permanente, lo cual explica por qué Lima, a pesar de ser este escenario de poder simbólico, sufre una gestión fragmentada e intermitente. López Aliaga gobernaba con la mirada puesta fuera de Lima y la representación local se esfumaba en su campaña electoral continua.
Esta bisagra rota se entiende también como la fractura entre lo que la ciudadanía espera y lo que sus autoridades priorizan.[6] El caso de López Aliaga refleja claramente esta ruptura. Pese a su discurso en contra de los políticos tradicionales y su constante apelación a la moral pública, el exalcalde demostró que su gestión reproducía las mismas carencias institucionales que tanto criticaba. Su intento de proyectarse como líder nacional se impuso sobre la necesidad de construir una administración local eficiente. Al dejar su cargo para postularse como candidato presidencial, confirmó que la alcaldía limeña sigue siendo más un trampolín que un espacio de gobierno.
Lima concentra la atención mediática y los recursos del Estado, pero su gobierno local carece, de facto, de autonomía y continuidad. Mientras esa lógica de instrumentalización política persista, la capital seguirá siendo un escenario donde se representen ambiciones nacionales y no los intereses reales de los ciudadanos limeños. Una nueva paradoja: la centralización jugando en contra de los intereses capitalinos. Por ello, el actual desafío es construir una representación urbana que permita pensar en la ciudad como proyecto político propio y no como un trampolín a la carrera presidencial.
López Aliaga dejó su cargo de alcalde con 69% de desaprobación;[7] una cifra que no solo refleja el desgaste de su gestión, sino también el desencanto de una ciudad que, una vez más, fue gobernada mirando hacia Palacio y no en dirección a sus propios ciudadanos. Lima seguirá siendo una ciudad sin gobierno hasta que deje de ser utilizada como escenario de campaña.
[1] RPP Noticias (13 de octubre de 2025,). “Rafael López Aliaga presentó su renuncia a la alcaldía de Lima para ser candidato presidencial”. Disponible en: <https://rpp.pe/politica/elecciones/rafael-lopez-aliaga-presento-su-renuncia-a-la-alcaldia-de-lima-para-ser-candidato-presidencial>.
[2] Ojo Público (22 de diciembre de 2024). “Los 13 viajes proselitistas y políticos de Rafael López Aliaga en un solo año”. Disponible en: <https://ojo-publico.com/5662/los-13-viajes-proselitistas-y-politicos-lopez-aliaga-un-solo-ano>.
[3] Infobae (14 de octubre de 2025). “Rafael López Aliaga habría vulnerado neutralidad por uso de niños en evento de la MML, advierte informe”. Disponible en: <https://www.infobae.com/peru/2025/10/14/rafael-lopez-aliaga-habria-vulnerado-neutralidad-por-uso-de-ninos-en-evento-de-la-mml-advierte-informe>.
[4] La República (19 de octubre de 2025). “Las 25 obras fantasma de Rafael López Aliaga: lo que prometió y nunca cumplió en Lima”. Disponible en: <https://larepublica.pe/politica/2025/10/19>.
[5] Lima Cómo Vamos (2025). Encuesta Lima Cómo Vamos 2024. Disponible en: <https://www.limacomovamos.org/wp-content/uploads/2025/01/EncuestaLCV2024.pdf>.
[6] Sosa-Villagarcia, Paolo y Nina Vidal Acosta (2025). “Lima Metropolitana: una bisagra rota”. En Ramón Pajuelo (ed.), El laberinto político peruano. Izquierdas, derechas y nuevas formas de representación en cinco regiones. Lima: Instituto de Estudios Peruanos.
[7] Semana Económica (3 de octubre de 2025). “Encuesta del poder 2025: el 69% de los encuestados desaprueba la gestión del alcalde Rafael López Aliaga”. Disponible en: <https://semanaeconomica.com/legal-politica/politica/encuesta-del-poder-2025-el-69-de-los-encuestados-desaprueba-la-gestion-del-alcalde-rafael-lopez-aliaga>.