Desigualdad de género: ¿una brecha entre percepción y realidad?

En Perú, a pesar de los esfuerzos y los avances en dirección a la igualdad y la no discriminación, las mujeres continúan enfrentando obstáculos para acceder a recursos, participar en la esfera política y económica, y navegar por las dinámicas sociales y familiares, entre otras dificultades. Estas barreras, que se extienden desde las áreas rurales hasta las urbes más grandes, afectan a mujeres de todos los estratos socioeconómicos y culturales, subrayando la necesidad de profundizar en el entendimiento de estas desigualdades persistentes.

En una encuesta del IEP realizada en junio de 2023, se preguntó acerca de la gravedad con la que se percibe la desigualdad entre hombres y mujeres. El gráfico 1 sugiere que una mayoría de la población percibe que la desigualdad de género es un asunto de poca gravedad, 14% de los encuestados la consideran un problema nada grave y 31% la considera como un problema muy grave. Esta percepción podría estar influida por avances legislativos y una mayor visibilidad de las mujeres en posiciones de liderazgo en el país, dando la impresión de una sociedad en camino hacia la igualdad. Sin embargo, al contrastarla con la realidad socioeconómica y cultural, emergen datos que ilustran una realidad más compleja.

Gráfico 1. Percepción sobre la gravedad de la desigualdad entre hombres y mujeres

Base junio 2023. Total de entrevistados-nacional: 1209.

Para entender esta discrepancia se debe considerar la estructura económica del Perú. A pesar de que la legislación promueve la igualdad de salario para ambos géneros, la brecha salarial persiste. Según la Encuesta nacional de hogares (Enaho), las mujeres en Perú ganan aproximadamente 30% menos que los hombres en los mismos puestos o trabajos. Este dato sugiere que las políticas existentes están sido insuficientes para combatir la discriminación salarial, y que hay factores estructurales y culturales que perpetúan esta diferencia.

En cuanto al acceso a oportunidades, las mujeres peruanas han logrado un progreso significativo en educación, con tasas de matrícula mayores a las de los hombres en la educación superior, según el Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI). Sin embargo, este logro no se traduce de manera equitativa en el mercado laboral, donde las mujeres encuentran un techo de cristal que limita su ascenso a posiciones de alta dirección. Esto puede llevar a que la percepción de igualdad en la educación eclipse las desigualdades en el empleo y el liderazgo.

La distribución de las responsabilidades del hogar y de cuidado también reflejan una realidad desigual. Aunque cada vez más hombres participan en estas actividades, el INEI señala que las mujeres peruanas dedican en promedio veinte horas más a la semana que los hombres a tareas domésticas no remuneradas. Esta carga extralimita su disponibilidad para participar más en el mercado laboral y dedicar tiempo a su desarrollo personal y profesional, más aún considerando que las mujeres tienden a tener jornadas más largas cuando se combina el trabajo remunerado y no remunerado. El resultado es una “doble jornada” que muchas mujeres enfrentan, equilibrando empleo y responsabilidades domésticas. Aunque la doble jornada es una realidad para muchas mujeres, su normalización puede llevar a la invisibilización, y, por lo tanto, a una percepción errónea de su gravedad.

La limitada gravedad que se atribuye la desigualdad de género en Perú también debe entenderse dentro del contexto más amplio de desigualdades estructurales del país. Perú, con su complejo tejido social y económico, exhibe marcadas disparidades, que no solo son de género, sino también socioeconómicas, étnicas, entre otras. En una sociedad donde las diferencias económicas son sumamente marcadas y visibles en la vida cotidiana, expresadas en diferencias en la calidad de vivienda, acceso a servicios básicos y oportunidades educativas, la atención tiende a centrarse en estos aspectos. Las diferencias socioeconómicas a menudo se manifiestan de manera más directa y con impactos tangibles que pueden oscurecer las cuestiones de género. Por ejemplo, en áreas de pobreza extrema, la lucha por la supervivencia puede hacer que la desigualdad de género parezca un asunto secundario o menos inmediato.

Estos desafíos socioeconómicos y raciales a menudo capturan la atención pública y política más directamente que las cuestiones de género. Por ejemplo, las protestas y movimientos sociales en Perú han centrado históricamente sus esfuerzos en abordar la desigualdad económica y la discriminación racial, mientras que las cuestiones de género, aunque reconocidas, no siempre han estado al frente de la agenda nacional.

Esta distribución de la atención pública no implica que la desigualdad de género sea menos importante. Al contrario, subraya la necesidad de abordar la desigualdad de género dentro de un marco más amplio de desigualdades interseccionales. En el artículo “Desigualdades: percepción de gravedad y manifestaciones” de Saúl Elguera, se puede encontrar mayor profundización acerca de las desigualdades socioeconómicas, raciales, entre otras.

Gráfico 2. Percepción sobre la gravedad de la desigualdad entre hombres y mujeres según sexo

Base junio 2023. Total de entrevistados-nacional: 1209.

Los análisis según segmentos aportan matices cruciales a nuestra comprensión de la percepción de la desigualdad de género en el Perú. Es resaltante que las mujeres perciban la desigualdad de género como “muy grave” en un porcentaje más alto (39%) en comparación con los hombres (22%). Esta diferencia subraya cómo la experiencia personal y directa de la desigualdad influye en la percepción de su gravedad. Las mujeres, que experimentan de primera mano las consecuencias de la desigualdad de género, tienen una comprensión más inmediata de sus impactos respecto de los hombres.

Sin embargo, es importante reflexionar acerca de que un mayor porcentaje de las mujeres aún considera que esta desigualdad es poco o nada grave (58%) en comparación con aquellas que la perciben como muy grave (39%), lo cual nos lleva a cuestionar por qué, a pesar de experimentar de primera mano las consecuencias de las desigualdades de género, la mayoría de las mujeres no la perciben como muy grave. Esto podría sugerir que muchos aspectos de la desigualdad de género han sido normalizados en la sociedad peruana, llevando a las mujeres a aceptar estas disparidades como parte de una realidad cotidiana.

Gráfico 3. Percepción sobre la gravedad de la desigualdad entre hombres y mujeres según ámbito

Base junio 2023. Total de entrevistados-nacional: 1209.

Además, al analizar las diferencias de percepción según el ámbito de residencia, resulta notable que, a pesar de las variaciones culturales y económicas entre áreas urbanas y rurales, donde las opiniones sobre muchos temas suelen divergir, la percepción de la desigualdad de género no presenta grandes diferencias. En Lima Metropolitana, 31% de los encuestados considera la desigualdad de género como muy grave, una proporción similar a lo observado en otras áreas urbanas (31%) y en las zonas rurales (29%). Sin embargo, es importante resaltar que la mayoría de los encuestados en todos los ámbitos sigue considerando la desigualdad de género como poco grave o nada grave. Esta percepción es compartida por 68% de los encuestados en Lima Metropolitana, una cifra comparable a 68% en otras áreas urbanas y a 69% en zonas rurales. Aunque existe una relativa uniformidad en la percepción de la desigualdad de género entre áreas urbanas y rurales, la mayoría aún lo considera un problema de poca relevancia. Esta percepción generalizada minimiza la gravedad de la desigualdad de género y puede obstaculizar la implementación de políticas efectivas para combatirla. Sin un cambio en estas percepciones, será difícil lograr avances significativos hacia una sociedad más igualitaria.

Los esfuerzos para combatir la desigualdad de género deben ser inclusivos y adaptarse a las realidades específicas de los distintos grupos, especialmente considerando cómo factores como la ubicación geográfica y las estructuras culturales pueden influir en la percepción y la experiencia de la desigualdad. Por tanto, percibir la desigualdad de género como un problema menor en Perú puede basarse en ligeros avances que no reflejan completamente la experiencia de las mujeres en la sociedad. Las estadísticas sobre ingresos, oportunidades laborales, responsabilidades del hogar y uso del tiempo revelan una realidad más compleja. Se requiere, entonces, no solo reconocer estos avances, sino también esforzarse por una comprensión más profunda y acciones concretas que aborden las múltiples dimensiones de la desigualdad de género en Perú.