Se acabaron las elecciones. ¿Y ahora?
Hace solo algunos días culminó la que podría ser calificada como la elección presidencial más polarizada de los últimos años en el Perú. La campaña electoral fue mentalmente agotadora, llena de tensiones y emociones hasta el último minuto que se confirmó el resultado final. En mayor o menor medida, todos nos hemos visto involucrados en un clima cargado de agresividad e intolerancia, no solo a través de las redes sociales, sino también en nuestras interacciones con amigos y familiares. Incluso muchos, pensando en su salud mental, optaron por silenciar grupos de WhatsApp o evitar tocar temas políticos para no perder la amistad de personas a las que, hasta ese momento, se les estimaba sin importar sus posiciones políticas o posturas ideológicas.
No es la primera vez que esto ocurre; de hecho, cada cinco años estamos acostumbrados a lidiar con este tipo de comportamientos. Lo curioso es que, sabiéndose que ambos candidatos fueron elegidos por una minoría en primera vuelta, los discursos cotidianos hayan estado colmados de ataques e insultos hacia un otro que optó por elegir un candidato distinto al nuestro, que no fue el que inicialmente contempló. Las opciones para esta segunda vuelta han representado extremos que a la gran mayoría nos ha hecho cuestionarnos más de un vez si estábamos tomando la decisión correcta (o lo que cada quien entienda como correcta).
Se ha observado un fanatismo exacerbado que dista mucho de la realidad: ambos candidatos representan opciones políticas muy malas para el país, y cada quien ha optado por elegir “su” mal menor o, por último, anular su voto para mostrar su disconformidad con esta situación. Por eso sorprende la actitud de algunos para, automáticamente, tildar de “tonto”, “terruco”, “inmoral” o “corrupto” al que vota distinto, al que piensa diferente. Estas elecciones han reflejado la incapacidad que tenemos para respetar opiniones distintas y confrontar argumentos sin que ello implique denigrar a la persona que los emite.
Desde la psicología social, este fenómeno ocurre por el proceso de categorización social, en el que dividimos el mundo en un nosotros y en un ellos. Quienes forman parte del exogrupo (ellos), a diferencia del endogrupo (nosotros), suelen ser estereotipados, y dan pie al surgimiento de prejuicios, en donde todos aquellos a los que yo perciba como parte de dicho exogrupo (los otros) son vistos de manera negativa. Y es así como en una discusión, aparentemente inofensiva, se termina por encasillar a alguien como “tonto” o “inmoral” solo porque emite una opinión que está fuera de las que se consideran válidas desde mi punto de vista personal.
¿Cómo reducir estos prejuicios? En la medida que entendamos que una opinión no necesariamente nos define, y que vale pensar distinto, pues votar de una manera no me anula como persona ni me hace ser inferior al resto. Hay personas que, haciendo uso de su derecho a mantener en secreto su elección, han evitado así sentirse descalificadas y estigmatizadas dentro su entorno social. Esto debería servir de autocrítica: ningún voto es mejor que el otro. Parte de la democracia es tener la libertad de expresarnos, de decir lo que pensamos.
Nos hemos hecho mucho daño a lo largo de las últimas semanas. Esta elección nos deja un nivel de fragmentación que probablemente tome algún tiempo reparar. Ya de por sí somos una de las sociedades más desconfiadas de todo el continente.[1] Solemos tener un pequeño círculo de personas en las que confiamos, y seguramente durante la pandemia estas redes de soporte han sido cruciales para mantener nuestra salud mental a tope a lo largo de todos estos meses. ¿Valió la pena perder amigos por esta elección? ¿Por estos candidatos? Hoy el país necesita de nuestro compromiso para salir adelante, en medio de un panorama poco alentador para todos, especialmente para la mitad de los peruanos que no eligió a la opción que ganó. La sociedad civil jugará un papel fundamental para el sostenimiento de nuestra frágil democracia en los próximos años. Conciliar y crear consensos es la única forma de evitar que en cinco años nos vuelva a pasar algo similar. Es la lección que hoy nos toca aprender.
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[1] Barómetro de las Américas (2020). Cultura política de la democracia en Perú y las Américas, 2018/2019: tomándole el pulso a la democracia. Disponible en: https://www.vanderbilt.edu/lapop/peru/AB2018-19-Peru-Country-Report-Final-W-200811.pdf